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Al hablar de discurso de odio nos referimos de manera general a aquellos pronunciados, pero también a palabras provocativas, exabruptos, símbolos y actos simbólicos. Forman parte aquellas expresiones que recogen sentimientos y emociones como desprecio, aversión y fobias sociales y su finalidad es propagar, incitar, promover o justificar el odio hacia determinados grupos sociales, desde una posición de intolerancia, abriendo la veda para que sean tratados con hostilidad.
Alonso y Vázquez (2017), Sobre la libertad de expresión y el discurso del odio, afirman que en este tipo de discursos, no se trata de un sentimiento de odio generalizado, sino de un tipo específico de aversión, dirigido hacia colectivos unidos por un rasgo específico o a ciertas personas, pero no por ser ellas, no por haber recibido de ellas algún daño, sino por formar parte de alguno de los esos grupos odiados. De ahí que quien pronuncia el discurso no se preocupe por las personas concretas, sino que las disuelve en el grupo del que forman parte, colectivo al que se desprecia, odia o denigra.
Y resalta también que la identidad personal no viene dada de una vez por todas, sino que es dinámica, se negocia con los otros y se va forjando a través del reconocimiento. Por eso el triunfo del opresor consiste en conseguir que los oprimidos lleguen a odiar su propia identidad a fuerza de experimentar el desprecio ajeno; a fuerza de ver deformada la imagen que tienen de sí mismos por los estereotipos que crea el opresor. Hitler forjó un discurso de odio implacable y sostenido en puntos clave, controlando todos los aspectos de la vida del "enemigo", adoctrinando a las clases sociales, convocando a la juventud, dominando cada esfera de la comunicación, manipulando la información, reprimiendo sin piedad a los que contradecían su mensaje, cuidando una imagen de líder carismático, fuerte, comprometido y que aportaría todas las soluciones necesarias al país.
Hilter ensayando su oratoria.
Esta fotografía fue tomada por Heinrich Hoffmann, fotógrafo oficial del régimen en 1927 .
Primera plana del número más popular de la publicación nazi, Der Stürmer, mostrando un supuesto homicidio ritual cometido por judíos.
A partir de la década de 1920, el Partido Nazi eligió a la juventud alemana como un público especial para sus mensajes de propaganda. Estos mensajes enfatizaban el hecho de que el partido era un movimiento de jóvenes dinámico, fuerte, progresista y esperanzado. El nazismo logró convencer a millones de jóvenes alemanes en las aulas y a través de actividades extracurriculares. En enero de 1933, las Juventudes Hitlerianas tenían solo 50.000 miembros, pero al finalizar el año esta cifra había aumentado a más de dos millones.
Para 1937, la membresía en las Juventudes Hitlerianas llegaba a 5,4 millones, antes de volverse obligatoria en 1939.
A través de su discurso de odio, Hitler logró un primer objetivo que fue identificar y señalar al enemigo, "el judío", (también el comunismo, ambos concebidos como la cara del mismo mal) apartándolo de la esfera pública y marginándolo a través de leyes y decretos sistemáticos para fragilizarlo. Más tarde llegaría la implementación de la llamada "solución final" como parte culminante de su idea, aunque los fusilamientos masivos también eran muy frecuentes. Pero en principio, esta señalización del enemigo rompe, al mismo tiempo, con la noción de inclusión igualitaria de todos los miembros de la comunidad política y con los fundamentos democráticos, que son fragilizados y entran en quiebre.
Desde la toma del poder en 1933, Hitler y los nazis destruyeron la diversa cultura de la prensa alemana. El Ministerio de Propaganda e Información Pública instruía diariamente a los periódicos alemanes, nazis o independientes, detallando la forma en que se debían reportar las noticias y los diferentes artículos periodísticos.
- Antes de que los nazis tomaran el control, Alemania tenía 4.700 periódicos diferentes, que reflejaban todas las tonalidades de la opinión política.
- El nazismo eliminó la libertad de prensa, cerrando periódicos de oposición y manipulando la prensa en general.
- El imperio de prensa del Partido Nazi se expandió rápidamente al igual que la cantidad de lectores. Hacia 1941, ya representaba más del 80% de los periódicos en circulación de Alemania.
Uno de los aspectos que más obsesionaba a Hitler, eran las ideas sobre la raza. Creía en la "pureza" y la superioridad de la "raza germana", la que consideraba como superior. Declaró que esta debía permanecer pura para poder tomar el control del mundo algún día. Para Hitler, el ideal "ario" era rubio, de ojos azules y alto.
Ya en el poder, estas creencias se convirtieron en fundamentos ideológicos del gobierno nazi y se difundieron en pósteres exhibidos públicamente, en la radio, en las películas, en las aulas y en los periódicos.
Respecto a los judíos, tanto Hitler como otros líderes nazis, los consideraban no como un grupo religioso, sino como una "raza" venenosa que "vivía a costa" de otras y las debilitaba.
Es importante recordar al contextualizar este período, que el antisemitismo y la persecución de judíos fueron principios centrales de la ideología del partido y no momentos aislados. En el programa de 25 puntos del Partido publicado en 1920, los miembros del Partido Nazi declaraban públicamente su intención de segregar a los judíos de la sociedad “aria” y de abolir sus derechos políticos, jurídicos y civiles.
Antes de la aplicación del plan de exterminio masivo a través de los campos de concentración, los nazis crearon y aplicaron una legislación antisemita especialmente entre 1933 y 1939. Así, los judíos sintieron los efectos de más de 400 decretos y normas que restringían todos los aspectos de sus vidas públicas y privadas. Muchas de ellas eran leyes nacionales que habían sido promulgadas por la administración alemana y que afectaban a todos los judíos. También los funcionarios estatales, regionales y hasta municipales promulgaron por iniciativa propia un aluvión de decretos de exclusión en sus propias comunidades. Por ello, cientos de individuos de todos los niveles del gobierno del país estuvieron, de un modo u otro, involucrados en la persecución de judíos, pues concibieron, debatieron, redactaron, adoptaron, impusieron y respaldaron leyes contra ellos. Ningún rincón de Alemania quedó indemne.
A través de una imagen pública cuidadosamente trabajada y una puesta en escena meticulosa de Adolf Hitler, especialmente durante el período políticamente inestable de Weimar, los nazis explotaron el anhelo de consolidar su poder y fomentar la unidad nacional.
Los convincentes materiales visuales y las presentaciones en público atentamente controladas, se unieron para crear un “culto al Führer” alrededor del líder, idolatrado como un talentoso estadista que traería estabilidad, crearía empleos y restauraría la grandeza de Alemania.
Bajo el régimen nazi, se esperaba que los alemanes mostraran lealtad pública al “Führer” de manera cuasirreligiosa, como hacer el saludo nazi y saludar a las personas en la calle diciendo “¡Heil Hitler!”, el llamado “saludo alemán”.