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Foto: United States Holocaust Memorial Museum
Este aparato de control nazi formó parte de la estructura de poder del partido y de su líder. Un verdadero plan de dominio, eficaz y temerario, cuya construcción discursiva fue planificada minuciosamente y ejecutada con decisión y firmeza. El principio mismo de este esquema era de una brutal simplificación, como explica Norberto Corella Torres* y planteaba la disyuntiva siguiente:
"O la victoria del bando nazi o su derrota y el consiguiente triunfo de los judíos".
Una vez terminada la democracia y convertida Alemania en una dictadura unipartidista, el Ministerio de Propaganda, dirigido por Joseph Goebbels, tomó el control de todas las formas de comunicación del país: periódicos, revistas, libros, reuniones públicas y mítines, arte, música, cine y radio. No había ningún lugar al debate ni al disenso y los puntos de vista que de algún modo amenazaran las creencias del régimen eran censurados o eliminados de todos los medios. A modo de ejemplo, recordar uno de los episodios más contundentes de esta política, la denominada "noche de los libros", ocurrida el 10 de mayo de 1933 y en la que los nazis allanaron bibliotecas y librerías de toda Alemania, marchando con antorchas y quemando más de 25 mil libros. Esa noche Goebbels, además de condenar las obras escritas por judíos, liberales, izquierdistas, pacifistas o extranjeros, proclama la "limpieza del espíritu alemán".
A través de esta maquinaria hábilmente concebida, los nazis difundían mentiras sobre sus oponentes políticos, especialmente los judíos, y la necesidad de justificar la guerra. Pero también era una variable clave desde el punto de vista estratégico. De hecho, para alcanzar el poder y para que sus políticas raciales y esfuerzos expansionistas de guerra tuvieran éxito, hubo que "matizar" el discurso en muchas ocasiones, dando una imagen más "suave" con el fin de captar otras franjas de la población y no solo a un extremo fanático.
La base de la técnica discursiva sobre la que se erigía la propaganda nazi, incluía imágenes fuertes, contundentes y con mensajes simples, con poco texto, como se aprecia en la foto del candidato Adolf Hitler para las elecciones de 1932.
Pero este aparato de manipulación y terror, no se limitaba solo a una estrategia discursiva, sino también gozaba de un aparato represivo creado para ello como la Gestapo y las SS, sus brazos ejecutores. Nicolás Maquiavelo afirma en El Príncipe que "el carácter del pueblo es tan voluble que fácilemente se les persuade de una cosa, pero difícilmente persiste en ella, conviniendo organizar el régimen de modo que cuando no crean, se les pueda hacer creer por la fuerza".