0

En el contexto actual de la globalización, uno de los grandes interrogantes que se plantea en nuestras sociedades es cómo hacer frente al alto grado de incertidumbre que exhiben las fracturas sociales, económicas y políticas. Factores como las desigualdades ligadas a los sistemas de mercado neoliberales, el flujo migratorio generalizado a gran escala, la proliferación de conflictos interétnicos y bélicos o la recurrente y violenta tendencia de afirmación identitaria por parte de minorías nacionales, étnicas o religiosas, agudizan la sensación de angustia e inquietud entre la gente, fragilizando los pilares mismos de las sociedades democráticas.

 

El reino de la incertidumbre


Vivimos en un tiempo líquido. El término, acuñado por Zygmunt Bauman*, muestra el tránsito de una modernidad “sólida” –estable, repetitiva– a una “líquida” –flexible, voluble– en la que ni las estructuras sociales ni los mensajes perduran el tiempo necesario para solidificarse**, de modo que desaparecen los marcos de referencia para los actos humanos.

La fragilidad de las democracias actuales
frente a las estrategias de intolerancia

La fragilidad de las democracias actuales
frente a las estrategias de intolerancia

* Zygmunt Bauman. Tiempos líquidos. Vivir en una época de incertidumbre. (2007), Trad. Carmen Corral Santos. Modus Vivendi, Gius. Laterza & Figli.

** Revista de Fomento Social (2017). Los discursos de odio: una amenaza a la construcción democrática de la tolerancia. Consejo de Redacción. Nº 285. 

Las nuevas tecnologías, que han modificado profundamente las mecánicas de comunicación humanas, vehiculizan esta noción de incertidumbre a través de algunos parámetros que han dejado de lado marcos ontológicos de referencia estables, entre cuyas causas tendríamos que contar la separación del poder y la política; la precariedad de los mecanismos jurídicos y de los sistemas de seguridad que protegían al individuo en muchos lugares del mundo; la renuncia al pensamiento y a la planificación a largo plazo; o la exacerbación de la libertad de expresión como vehículo de autoafirmación y de rechazo de lo ajeno, como arma arrojadiza del odio. Hoy impera el relativismo** y la pregunta que debemos hacernos ante la proliferación de los radicalismos generadores de discursos de odio es si la libertad de expresión ampara la difusión de cualquier idea, incluso de aquellas que ultrajen la dignidad. 

 

Walter Daniel Cardone, profesor de Historia y Geografía, aborda esta problemática citando en primer término las campañas de comunicación orquestadas con la finalidad de obstaculizar cualquier espacio de debate cívico. 

 

"Se trata de campañas histéricas, afirma Cardone. Como ejemplo basta citar algunas como las que vivimos en Argentina contra la vacuna Sputnik solo porque es rusa, o la calificación de feminazi al activismo feminista, las admoniciones apocalípticas contra el matrimonio igualitario, el discurso antivacuna “libertario” y las estrategias difamatorias contra el adversario político, entre otras, son discursos de odio que en los últimos tiempos han vuelto a impregnar a un sector de la sociedad, pero que también se expande hacia todos los ámbitos e impide cualquier forma de diálogo".  

 

"Debemos comprender -prosigue- que los actos verbales de odio son dispersivos, contagiosos y emocionalmente efectivos; y suelen ser deshumanizadores: el 'otro' pasa a ser una cosa. Son también ecoicos y aglutinan a los afines". 

Para Cardone, el discurso explicativo, racional, fue derrotado por el discurso de odio, emotivo, cosificador del otro y con gran capacidad aglutinante de los afines


"Es un discurso que cierra cualquier apertura o que la presenta como una traición, explica. El que escucha al otro es un traidor. Si el otro es un narco que amenaza la vida de nuestros hijos, todo es válido para combatirlo, incluso la mentira, la persecución fiscal, el espionaje, la represión violenta, la persecución judicial." 

"El discurso de odio deforma el proceso histórico
de un país"

Foto: Freedom Cartoonists Foundation

Prof. Walter D. Cardone.

También los argumentos facilistas tienen su espacio.
"Si el mapuche es guerrillero, guerra sucia; el gay es un “pervertido”, hay que eliminarlo; como el desocupado es un vago que vive de planes sociales, merece pasar hambre; igual que las mujeres pobres porque se embarazan por la asignación, y los adversarios políticos son todos ladrones, delincuentes comunes, hay que aniquilarlos de cualquier forma. Esos argumentos promueven una reacción instintiva, primaria, para defenderse de una amenaza. No se puede escuchar a alguien que nos amenaza. El diálogo no existe, está cerrado y esa, que es una consecuencia del discurso, pasa a convertirse en un elemento distintivo: no escuchar, responder a los gritos, con violencia".

 

Los medios, parte del problema 
 

Para Cardone, la responsabilidad por la difusión y amplificación de estas ideas recae en la militancia muy bien pagada de ciertos periodistas y comunicadores. "La brutalidad de ese discurso tiene el gancho que busca el comunicador: impacta, convoca, enfurece, siempre con una frase ofendida o indignada, son buenos transmisores del discurso de odio". 
Esto plantea la necesidad de reflexionar “sobre la disposición cognitiva a aceptar como mejores, y dar el rol de explicación, a las generalizaciones más simples, si se corresponden con nuestros estereotipos y nuestros sesgos; la influencia de los grupos sociales con los que se convive; la tendencia a no fundar nuestras propias generalizaciones en pruebas y en datos; la disposición a autoengañarnos si esto ratifica una creencia y la persistencia del odio en nuevos lugares de culto como son ciertos medios de comunicación y redes sociales". 
En definitiva, para Cardone, "el discurso de odio deforma el proceso histórico de un país. No solo porque no escucha y cierra las puertas al diálogo, sino porque su consecuencia lógica es buscar la aniquilación y eliminación del adversario, a quien presenta como amenaza, y en este contexto, el funcionamiento democrático apenas logra sostenerse". 

Desarticular los efectos
de los discursos de odio

Campañas UNICEF Argentina y UNESCO

Las bases participativas están en crisis y ciertos medios de comunicación, lejos de aportar soluciones, forman parte del problema. El diálogo pierde terreno frente a la retórica de odio